Empezando esta aventura

EMPEZANDO ESTA AVENTURA

Por fin aquí está la sorpresita que os venía anunciando estos días.

Espero que este espacio llegue a ser un lugar de encuentro interactivo; ese libro de visitas; el diario de bitácora en el que también vosotros reflejéis libremente vuestras impresiones y emociones, y así nos enriquezcamos todos.

¡Ojalá que os guste! Irene

domingo, 31 de marzo de 2013

Historia de un cuaderno


Hola, no tengo nombre. Soy un cuaderno. Mis hojas son de cuadritos, tengo dos tapas duras de color verde y una espiral blanca.

Hace tres meses estaba muy contento junto con otros cuadernos. Era el primer día del curso y la Señorita Lola, nos iba a repartir entre los niños. ¡Qué impaciente estaba por conocer a mi nuevo dueño! Veréis cómo pasó:

“Tengo a cuatro cuadernos más encima de mí y voy escuchando nervioso a la señorita:
- Luis Almeida (ése no será el mío, pienso)
- Rocío Arango (una niña…me han dicho que las niñas nos tratan mejor)
- Silvia Beltrán (otra niña…ay madre, quién me tocará)
- Carlos Bordón (ya me toca, ya me toca, estoy el primero ya)
- Jorge Cánovas (¡Jorge Cánovas! Un niño pelirrojo y con pecas, que tiene una cara de travieso…)”

Jorge resultó ser efectivamente un niño muy travieso. Lo primero que hizo fue poner su nombre en mi portada y después la asignatura: “CONOCIMIENTO DEL MEDIO”.
Hasta ahí todo bien pero…¿sabéis lo que hizo después? Esto:

C ONOCIMIENTO  DEL  MEDIO

Y me tiró descuidadamente a la cajonera.

- ¡Eh oye! - le dije al libro de Matemáticas- ¿Te importaría moverte un poquito? ¡Me estás arrugando las hojas!

Pasó la primera semana y Jorge sólo había garabateado algunas palabras en mis primeras páginas. Siempre usaba un bolígrafo azul. Apretaba mucho al escribir y ¡me hacía un daño…! Tenía una letra bastante desordenada: las “b” se inclinaban a la derecha, las “j” a la izquierda…y cuando se equivocaba ¡hale! ¡un tachón!

En una semana me había convertido en el cuaderno más feo de toda la clase.

En las clases de Geografía, Jorge empezaba a soñar con viajes y aventuras a selvas tropicales o al Polo Norte. Distraídamente pasaba su bolígrafo por mis espirales.

- ¡Qué cosquillas! ¡Jorge, para por favor, que se me saltan los cuadritos de tanto reír!

Un día Doña Lola dijo:

- Chicos, dejadme todos los cuadernos de “Cono” encima de mi mesa que esta tarde los voy a corregir.

Yo iba temblando en las manos de Jorge. ¿Qué me harían?

Doña Lola cogió un boli de color rojo y cuando me abrió, pude ver su cara de enfado. Empezó a escribir aquí y allá con una letra aún peor que la de Jorge:

¡Esto está mal! 
¡Faltan actividades! 
¡Completar! 
¿Dónde está la portada del tema dos?

¡Me dejó tan feo que parecía un monstruo!

Aquella tarde de vuelta a casa Jorge iba como siempre, corriendo y saltando. Los libros y cuadernos que íbamos en la mochila nos poníamos a dar botes. Era divertidísimo, como estar en una montaña rusa. Luego en casa ya sabíamos lo que pasaba: ¡golpetazo!  Jorge tiraba la mochila al suelo y nos dejaba allí toda la tarde.

Pero aquel día, sus padres hablaron muy serios con Jorge:

- Hijo, tú eres un chico muy listo y puedes hacer los deberes muy bien. Además, la Geografía te encanta. ¿Por qué no piensas un poco en tu cuaderno? Debe de sentirse fatal de ver que es el más feo de la clase. Y es TU cuaderno. Él muestra a los demás cómo eres.

Yo no podía creer lo que estaba oyendo. ¡¡Hablaban de mí!!

Desde entonces, Jorge utiliza rotuladores de colores.

¡Son tan suaves como las caricias de las mamás! 

Y también se esfuerza por hacer buena letra y dibujos ¡muchos dibujos! Tengo una página- la número 23- que es mi preferida ¡porque tiene dibujadas las banderas de todos los países del mundo! Cada noche, elegimos una bandera y en sueños volamos hacia allí en busca de aventuras.

jueves, 28 de marzo de 2013

Emulando a Auster


Acabo de terminar de leer el Diario de invierno de Paul Auster.

Es el primer libro que consigo acabar en meses. En mi mesilla de noche se amontonan exactamente treinta publicaciones. Poesía, novela, psicología, ensayo. Algunas de ellas las leí hace tiempo y me gusta tenerlas cerca, por lo que me resisto a subirlas a la biblioteca de la buhardilla. Son libros a los que vuelvo de vez en cuando para releer algunos pasajes al azar. Pero la mayoría de los que se acumulan son ejemplares que he comprado bien por impulso bien porque me los ha recomendado alguien y que una vez empezados no consiguen engancharme, porque simplemente no sintonizan con mi estado de ánimo o porque, seamos sinceros, no me gusta cómo están escritos.

Tuve una época hace un año en que leía bastante a Jorge Bucay. Desde el camino de la autodependencia hasta el camino de la espiritualidad, su estilo divertido y a la vez claro, me ayudó a entender mejor mi propio camino en esta vida. Bucay me descubrió a su vez a Osho, y esa es la razón por la que reposan unos junto a otros diversos libros de filosofía oriental como El libro tibetano de la vida y la muerte y El vagabundo de Gibran Khalil Gibran. Por contraponer un poco de ciencia de divulgación a tanta filosofía, apoyados junto a la pared, descansan el inmenso volumen de El viaje a las emociones de Eduardo Punset y El cerebro masculino, escrito por una neuróloga americana. También hay dos o tres libros en francés, para no perder la práctica con el idioma, y varios de poesía española contemporánea: Luis Alberto de Cuenca, García Montero, Gil de Biedma, Antonio de Villena.

Hace un año o algo más se marcó el comienzo de una nueva época en mi vida. El encuentro inesperado con mi espiritualidad. Dicen que todo está dentro de uno mismo y yo siempre he tenido un mundo interior muy rico, sin embargo, tuvo que ser una experiencia que en mi percepción fue externa, la que hiciera que ese mundo interior sufriera un vuelco para avanzar un paso más. No era algo que yo anduviera buscando y sin embargo, en aquella madrugada de febrero, en la que mi tristeza no podía ser mayor, se abrió la puerta de mi espíritu, sentí que me iluminaba, que me desaparecían todos los apegos y que me invadía la paz y la alegría.

Pero no es de esto sobre lo que quería escribir hoy, sino de libros, de historias que te marcan, de palabras encadenadas con tal maestría que te hacen olvidar quién eres.

Recuerdo el día que compré aquel ejemplar de El vagabundo. Tendría catorce años y estábamos en medio de uno de aquellos veranos eternos de cuando éramos estudiantes. Tres meses de inactividad intelectual que acababan haciéndoseme muy largos. Devoraba los libros que había en mi habitación, los del bibliobús  y empezaba a hacer incursiones en la biblioteca de mi hermano. Pero aquella tarde de verano, no recuerdo si sola o acompañada, andaba dando vueltas por el Jumbo. Este era uno de los primeros hipermercados que se habían abierto en Madrid. Aquello era un nuevo concepto de tienda: una gran superficie, con aparcamiento subterráneo, línea de treinta cajas y carros enormes con asiento de bebés para que los fueras llenando con todos los productos que encontrabas en las interminables hileras de pasillos, incluidas aquellas cajas con doce litros de leche en Tetra-brick. Pero la novedad era que en la misma tienda se integraban alimentación envasada, productos frescos, droguería, artículos de decoración, ropa y calzado, juguetes…y libros. Así que seguramente mientras mi madre se perdía por aquellos largos pasillos en los que había tal cantidad de marcas de galletas que su elección se hacía un reto, yo me quedaba zascandileando por la sección de libros. No solían ser ediciones cuidadas, sino de bolsillo. Ni siquiera los tenían expuestos en estanterías. Recuerdo aquellas mesas-cajón en las que se mezclaban, todos a cinco o diez duros, El lazarillo de Tormes, con los Cuentos de los hermanos Grimm, con un libro de recetas de cocina. Allí fue donde nos encontramos. Me llamó la atención el título: El vagabundo, seguramente porque me identificaba con él, ya que siempre me he sentido un poco vagabunda en esta vida. Después me hizo gracia el nombre del autor, porque era capicúa. Tal era mi indolencia que me dejaba llevar por la sonoridad de los nombres y cosas así. La portada en tapas blandas tenía una ilustración, nunca supe qué representaba, en colores amarillo, rojo y azul. Espantosa. Lo abrí y entre aquellas páginas de papel de baja calidad, medio anaranjado, en unas letras de imprenta de esas que son medio borrosas, leí uno de los primeros cuentos, y decidí comprarlo.
Siempre he sido así de impulsiva a la hora de comprar libros. Igual voy con una idea, pero ojeando por la librería, un título, un nombre o una reseña llaman mi atención y no dudo en llevármelo. Muchas veces me he equivocado, pero otras, como con El vagabundo, he descubierto pequeñas joyas. Por un impulso también descubrí a Juan Bonilla o más recientemente a Eudora Welty.

La mayoría de mis libros se quedaron en la casa donde vivía antes de divorciarme y cuando la vendimos, encontraron acomodo en la biblioteca del nuevo salón de mi ex. Algunos de esos libros (pocos) no me gustaron, o los dejé a medias, y otros que adoré, sin embargo no volvería a leerlos. Pero a pesar de ello, no puedo evitar una punzada de rabia cada vez que voy allí y los veo convertidos en objeto de decoración. Porque para mí son páginas y páginas de palabra tras palabra, historias que alguien inventó y que llenaron horas y horas de mi vida, sumergida en otras vidas. Así que son una parte de mí que se ha quedado ahí, en una casa desconocida de alguien que cada vez me resulta más ajeno.

Es cierto que nunca me ha negado que me lleve lo que quiera, y también es cierto que alguna vez, a hurtadillas, mientras esperaba a que los niños bajasen a verme, me he guardado en el bolso algún libro que de repente he descubierto y que me decía ¡llévame contigo!

La conclusión es que en esta casa tengo pocos libros, pero casi todos me gustan, porque me voy trayendo poco a poco “los imprescindibes”. Así, y quitando a muchos clásicos, que se los dejo a los niños en casa de su padre, están conmigo Platón y sus Diálogos, Neruda, Machado y García Montero, Amélie Nothomb y Lucía Etxebarría, Rilke, Kafka, Pérez-Reverte, Cela y Vasco Pratolini, Saramago, Pamuk, Antonio Tabucchi y por supuesto mi adorado Auster.

A todos ellos los admiro. Al que no es por sus historias inolvidables, será por la sonoridad de sus palabras o por el ritmo de sus versos o por la credibilidad de sus personajes. Sinceramente, me gustaría escribir la mitad de la mitad de bien que cualquiera de ellos.

“En cierto momento, algo empezó a abrirse en tu interior, te encontraste cayendo por la fisura entre el mundo y la palabra, el abismo que separa la existencia humana de nuestra capacidad para entender o expresar la verdad de la vida”. “El acto de escribir empieza en el cuerpo, es música corporal, y aunque las palabras tienen significado, pueden a veces tener significado, es en la música de las palabras donde arrancan los significados” (Auster. Diario de invierno 2012)

A él las palabras dice que le vienen andando. A mí conduciendo. Cuando voy sola en el coche, sin música, silencio total para oír las palabras que van apareciendo en mi cabeza. A menudo diálogos imaginados con personas que conozco, pero que en realidad no son ellas, sino quienes yo quiero que sean, diciendo las palabras que yo quiero oír. Imagino situaciones imposibles: a veces un intercambio romántico con alguien que en absoluto lo es, o una discusión con mi madre en la que le digo cosas que jamás me atrevería a decirle, o modifico y mejoro conversaciones reales, completándolas con frases más sonoras, más acabadas, más literarias.

El viaje diario entre Boadilla y el centro de Madrid es uno de esos momentos. A las nueve de la mañana, cuando voy a trabajar, suele haber mucho tráfico y el trayecto puede durar una hora. A veces pongo la radio, por saber si ha pasado algo grave en el mundo, pero a esa hora los noticieros son muy rápidos y empiezan las tertulias políticas que, no sólo me aburren soberanamente, sino que puedes estar sin oírlas un mes y cuando vuelves a escucharlas, parece que hubieras retomado la última, porque siempre hablan los mismos y de lo mismo: la crisis, el paro, la situación económica, la corrupción política. Entonces desconecto todo sonido para empezar a escucharme a mí misma. Y supongo que entro en ese abismo que menciona Auster en el que en un lado está mi existencia humana, la real, la Irene que conduce un coche, que va a trabajar, que tiene dos hijos y un cáncer, y en otro mi capacidad para entender o expresar la verdad de la vida, lo que escribo, lo que imagino, lo que interpreto y luego se transforma en palabras mejor o peor encadenadas, con más o menos música y por tanto, con mayor o menor significado.

El trayecto de vuelta suelo hacerlo a primera hora de la tarde. Tantas veces he hecho ese recorrido en los últimos trece años que el coche se sabe solo el camino y ahora que lo pienso, no me extraña que nunca sepa indicar a los amigos que vienen a casa el número de la salida de la M40 que tienen que coger. Creo que nunca me he fijado en ese detalle porque siempre voy pensando en mis historias.

Leer, imaginar, escribir; escribir, leer, imaginar; imaginar, leer, escribir. Toda combinación es posible, como posible es aún mi sueño adolescente de ser escritora.

Irene
7 de mayo de 2012

¿Sobre qué quiero escribir?


10 de marzo de 2012

¿Sobre qué quiero escribir?
Sobre todo y sobre nada, sobre un ciervo que te mira en la carretera, sobre tus manos rozando mi espalda, sobre los hijos que crecen y sobre aquellos que nunca nacerán, sobre los muertos que me buscan en los sueños, sobre el sonido de las olas del mar.

Sobre las razones que nunca me dieron, sobre el tiempo perdido y las experiencias ganadas, sobre los amantes que pasaron por mi cuerpo, sobre los hombres que realmente me amaron.

Sobre una peluca, sobre el ciclo de la vida, sobre viajes espaciales y también astrales, sobre la pasión y el disfrute, sobre la curiosidad que no envejece, sobre el espíritu explorador y sobre la juventud que me ofreces.


Sólo una noche


Solo una noche.
Solo una  noche para que me abraces y me beses en la punta de la nariz
Para perderme en esos ojos seductores que hablan en silencio
Para que te pierdas en mí
Una sola noche
Una sola piel
Un solo río de deseo
Solo una noche para velar tu sueño y saber que ya no gritas
Para respirar tu aire tranquilo después de la batalla
Para que duermas en mí
Una sola noche para saber que vendrán más

¿Quién será ese hombre? (Novela en construcción)


Clara estaba sentada en la butaca de la sala grande. Su mirada se perdía tras el ventanal más allá de las calles mojadas de Granollers.
Las tardes de lluvia los clientes se hacían más perezosos. Su mente divagaba entre aquella fatídica noche en que la bajaron del furgón y el dilema de la cena para su hijo Nicolás: tortilla o espaguetis. La conversación con las otras chicas a veces le resultaba insoportable.

Se oyeron voces en el corredor. Una grave, varonil, intercambiaba cortas frases con la más aguda de Flora, la jefa.

- Sí, no soy de aquí, estoy de paso.
-  Está bien que después de un duro día de trabajo se haya animado a venir. Enseguida le presentaré a Clara. Estoy segura de que le va a encantar.
- No soy un hombre de gustos raros, mientras la chica sea educada y limpia…
- Por favor, ¡no me ofenda! Todas nuestras chicas han estudiado en la Universidad y pasan revisiones médicas con asiduidad. Puede estar usted tranquilo de que todo irá bien.
- Perdone, no quería molestarla…bueno, pues…¿dónde está Clara?

A medida que la puerta de la sala se iba abriendo, Clara se incorporó para recibir a su cliente.
Tenía un cuerpo de escándalo apenas tapado por un culotte de encaje negro y una blusa de gasa semitransparente. Subida a los tacones de aguja de quince centímetros, sus piernas se hacían kilométricas y para mantener mejor el equilibrio, las separaba ligeramente y curvaba la espalda, de manera que su culo, firme y redondo, parecía aún más respingón e invitador. A través de la blusa se entreveían dos pechos no excesivamente grandes, pero con unos pezones oscuros que apuntaban hacia el frente. Los rasgos de su cara, típicamente eslavos, quedaban enmarcados por una sexy melena pelirroja estilo bob.
El hombre que tenía enfrente era atractivo. Alto, corpulento, con facciones duras y cara de cansancio. Llevaba traje y corbata de Massimo Dutti y tenía aspecto de jefe de ventas de alguna empresa de electrodomésticos, o de relojes. Le calculó unos cuarenta años, mujer y dos niñas preciosas en Madrid.
Disfrutaba del primer momento con un cliente nuevo. Comprobar una vez más cómo los ojos se desplazaban de arriba abajo y la mirada, sin saber bien en qué parte de su cuerpo posarse, se iba avivando hasta que afloraba el brillo del deseo. Ese deseo inmediato y urgente que se hacía notar también bajo el pantalón.

Se acercó lentamente hacia él, sonriendo y mirándole provocativamente a los ojos.

- Clara, el señor ha tenido un día complicado y desea un masaje relajante de una hora.

Con ese dato, Clara le hizo un gesto para que la siguiera a lo largo del pasillo que se descubría al fondo de la sala. Una hora de masaje relajante significaba que al caballero acababan de cargarle en la tarjeta de crédito trescientos euros que le darían derecho a satisfacer sus instintos más salvajes dejando fuera cualquier práctica sado que pudiera dejar marcas en su cuerpo.
Clara avanzó contoneándose hasta la tercera puerta de la izquierda. El hombre caminaba detrás sin poder apartar los ojos de su culo. En cuanto abrió la puerta él se abalanzó sobre ella, apoyándola contra la pared. Sus manos fueron directamente a los pechos de Clara, apretándolos, sopesándolos y atrapando los pezones entre sus dedos. La besaba en la boca con avidez, su lengua la invadía sin apenas dejarla respirar, mientras su cuerpo se restregaba contra el suyo, con una enorme erección que la presionaba el pubis. Estaba acostumbrada a esos ataques de deseo, pero aquel hombre tenía algo que la hacía excitarse.
Empezó ella también a sentir su pasión y mientras le devolvía los besos, le fue ayudando a despojarse de la chaqueta y la corbata. El mientras tanto recorría con las manos cada centímetro de sus costados, las bajó hasta las caderas y comenzó a acariciarle las nalgas por encima de las braguitas, suavemente, en movimientos circulares y atrayéndola hacia él, para que sintiera aún más fuerte cómo su pene hacía esfuerzos por liberarse del pantalón y abrirse paso hacia ella.
Sin dejar de besarse, fueron dando pasos cortos hacia la gran cama que había a su derecha. Ella cayó de espaldas y él aprovechó ese momento para quitarse los zapatos y en un hábil gesto sacarse calcetines, pantalón y boxers de una vez.

- ¿Te gusta lo que ves?

Ante ella el hombre se mostraba en toda su plenitud. Tenía una erección poderosa, grande, firme, larga. Ella asintió con la cabeza.

- Quiero que me la chupes.

Y se acercó al borde de la cama. Ella se había sentado y su miembro le llegaba justamente a la altura de la boca. Alzó sus ojos hasta los de aquel hombre y con una mirada lasciva entreabrió la boca, para luego morderse suavemente el labio inferior y mostrarle la punta de su lengua sobre los dientes. Aquel gesto de zorra era infalible. El hombre cerró los ojos, inclinó suavemente su cabeza hacia atrás y con las manos la agarró del pelo atraiéndola hacia él.

DIÁLOGOS ENTRE EL JOVEN PERDIDO Y LA MUJER MADURA


DIÁLOGOS ENTRE EL JOVEN PERDIDO Y LA MUJER MADURA

- Tengo una duda que me inquieta desde el día que nos acostamos por primera vez.
- Dime
- ¿Por qué quisiste que me corriera dentro de ti sin usar preservativo?
- Porque me da más placer
- ¿No te da miedo un embarazo?
- Jajaja, te llevo más de diez años. A mi edad y en mis circunstancias eso es impensable. Más bien podrían preocuparme las enfermedades de transmisión sexual, pero yo sé que estoy limpia y tú me dijiste que llevabas más de dos años sin tener relaciones sexuales con nadie. Te creí y confié en ti. ¿A ti no te da también más placer?
- Sí
- Entonces, ¿cuál es el problema?
- No, no…ninguno. Sólo es que me resulta sorprendente.



20 de junio de 2012

Complicidad


COMPLICIDAD

Y aquel amor loco murió
Y la ausencia dejó de serla
Y el deseo encontró otro cuerpo
Y la entrega otra alma
Y la locura aún anda sin saber bien qué hacer
Y aquella amistad
Herida por el dolor del abandono
Intenta en vano caminar
Con los zapatos del cariño
Pero ya nada es igual
Porque no hay espacio para las confidencias
Porque ya no somos cómplices

Irene, 16 de febrero de 2012

Cuando todo lo llenas


Cuando todo lo llenas
Y dejo de ser yo
Para ser en ti
Y si te vas
Cuando te vas
Desaparezco
Y me busco
Y no me encuentro
Perdida en las mareas
Y me busco
Y al final soy yo
Estoy ahí
Rozando el universo
Tal vez cerca de ti
Solamente dentro de mí.

Irene, 27 de marzo de 2012

Cuando los niños duerman


Cuando los niños duerman

Cuando los niños duerman, dejaré arropar mi desnudez por la penumbra de la habitación. Con los ojos cerrados evocaré otro momento con las luces apagadas. Me acabo de despertar de la siesta. Entras sigilosamente porque me crees aún dormida. Al apreciar mis leves movimientos rodeas la cama para acercarte. Sin apenas intercambiar una palabra me miras fijamente a los ojos, con esa sonrisa indescifrable de tu mirada, porque lo dice todo y esconde aún más. En un gesto inesperado te bajas los pantalones. Ahora es todo tu cuerpo el que me sonríe. Ver tu impresionante erección despierta en mí un deseo instantáneo. Te acercas sonriendo, sin apartar la vista de mis ojos y comienzas a penetrarme profundamente. Nos besamos largamente primero y con besos entrecortados por jadeos poco después. Tú encima de mí, tu cuerpo se adapta perfectamente al mío, ojo con ojo, boca con boca, vientre con vientre. Tú dentro de mí y tu cuerpo sigue amoldándose, llenando cada recoveco, tocando ese punto escondido que me lleva al delirio. Porque deliro. Comienzo a susurrarte guarrerías en francés y por primera vez rompes tu silencio con un “Esto por lo menos es de pago”. Las carcajadas de los dos cambian nuevamente el clímax. Seducir, follar, hacer el amor, todo se mezcla, porque no hay prisas, porque esa tarde se pararon los relojes y el espacio y el tiempo se curvaron para volverse en uno.

El vacío de los años impares (novela en construcción)


EL VACÍO DE LOS AÑOS IMPARES

- El gran drama de los años impares ¿sabes cuál es?

- No tengo  ni idea

- Pues que no hay ni olimpiadas ni mundial de fútbol. ¿Te das cuentas de lo que eso significa? Cuántos hombres se encuentran sumidos en el aburrimiento de un verano en el que no hay retransmisiones deportivas. Porque da igual que el partido sea de una fase previa entre Islandia y Jamaica, te enganchas a verlo como si te fuera en ello la vida. Pero los años impares son una desgracia. ¿Cómo rellenas todo ese tiempo? Pues con sexo.

- ¿Quieres decir que este año hay más gente apuntada en Meetic que el año pasado porque estamos en año impar? ¡Hay que aprovechar el momento entonces!

Estábamos comiendo en La Vaca Verónica. Curro y yo nos habíamos conocido precisamente en Meetic unos diez días antes. Continuamos la conversación animadamente sobre los booms de nacimientos que había habido tras el apagón de San Francisco o más recientemente después de que el verano anterior España hubiera ganado el Mundial de fútbol.  Pero  en mi cabeza ya se había puesto en marcha el mecanismo de la reflexión. El vacío de los años impares y mi propio vacío que empezó dos años antes, en otro año impar y terminó de vaciarse en el fatídico mes de febrero de ese fatídico 2011.

¿Cómo iba yo a rellenar tanto vacío emocional, tanta falta de ganas de volver a amar? ¿Cómo iba a aprender a llenarme de mí misma?

Meetic  fue todo un descubrimiento antropológico, psicológico y social. A través de ese portal conocí a muchos hombres y lo mejor de todo era comprobar cómo sus personalidades respondían a determinados arquetipos. Si Freud hubiera tenido acceso ¡cómo habría disfrutado!

jueves, 21 de marzo de 2013

En el Cuartel General


Mi Querido Ejército Aliado:

Traduzco y transmito las deliberaciones de hoy en el Cuartel General:

- Majestad, me siento honrado con su visita al Cuartel General. Estoy ansioso por comentarle las buenas noticias. Hay grandes avances en el frente.

- Para mí es un placer verle mi General, como siempre. Le ruego me haga una descripción detallada de la situación, para poder hacerme a la idea y comunicarme con las tropas del Ejército Aliado. 

- Majestad, como sabe, la estrategia actual ataca a los rebeldes desde tres frentes distintos. En primer lugar, el Letrozol (esta pequeña pastilla amarilla que se toma cada noche) inhibe la producción de Aromatasa. Sin ella, su cuerpo no puede producir estrógenos, que es el alimento de los rebeldes. Aún así, como usted es tan vital, es posible que algunos estrógenos aún circulen por su sangre y lleguen a estar en contacto con los invasores. Aquí entra en acción la segunda estrategia de defensa, el Faslodex. Ya sé que son unas inyecciones dolorosas, muy caras y que le irritan la piel, pero sólo se aplican una vez al mes y sirven para anular los sentidos de los rebeldes, de manera que si pasa por delante de ellos un estrógeno, no son capaces de detectarlo. ¿Se da cuenta, Alteza, de que les estamos matando de hambre?

- Siga mi General, me doy cuenta y me parece muy interesante lo que me está contando. ¿Para qué me tomo entonces esa otra pastilla gigante y carísima, que se suponía que me iba a dejar tumbada en la cama y sin ganas de vivir?

- ¡En verdad es asombroso comprobar cómo su organismo está tolerando el Everolimus y que siga usted tan activa como siempre!

- Ya sabe, General, que yo también tengo mis armas secretas. ¡Menosprecia usted el reiki, el buen vino, los botellines de Mahou, la vida alegre y a mi Ejército Aliado!

- ¡En absoluto Majestad! No me cabe duda de que todos ellos juegan a nuestro favor en la batalla. Déjeme contarle por qué le aconsejo que tome el Everolimus cada día. Para ello debo explicarle cómo funciona el cerebro de sus rebeldes. Además de los estrógenos, usted genera en exceso una sustancia que se llama P-TEN. Cuando los rebeldes la detectan y la ingieren, se transtornan. Para ellos es una especie de droga que les incita a clonarse. El Everolimus evita los efectos de esta droga y así, entre su debilidad por falta de alimento y el síndrome de abstinencia, la mejor opción para los rebeldes es el suicidio.

- ¿Quiere decirme que se están suicidando todos?

- Las últimas imágenes tomadas por nuestros aviones de reconocimiento nos dicen que ya no quedan rebeldes en la zona de las torres 1 y 2 y muy pocos y débiles en la selva pectoral. Mire aquí...y aquí...apenas unos grupúsculos.

- ¡Eso es fantástico! ¿Cuándo ganaremos la guerra?

- Sí que lo es, y estoy muy contento, pero la guerra como tal, debo confesarle que aún no conozco la manera en que la ganaremos.

- Déjeme ver si le entiendo bien...¿voy a seguir en pie de guerra para siempre?

- Ejem...con la estrategia actual, los rebeldes se están suicidando rápidamente y los que quedan están tan débiles que no tienen capacidad de clonación, pero los científicos aún no saben qué es lo que hace que usted genere esas células adictas al PTEN y a los estrógenos. Creemos que en el ADN debe de haber alguna alteración, pero la genética, aunque avanza muy deprisa, aún no conoce todos los casos de alteraciones cromosómicas y la forma de repararlas.

- Mi General, déjese de tecnicismos, por favor. ¿Me está diciendo que probablemente tengo una alteración genética aún no estudiada, que seguramente yo siempre siga produciendo rebeldes, pero que mientras tome estas sustancias, el ritmo de creación de células rebeldes será menor que el de suicidios? 

- Más o menos sí, Majestad. Las cámaras de detección actuales no son capaces de identificar una célula microscópica y con que hubiera una sola en su organismo que esté alterada, si consigue sus alimentos, empezaría a clonarse. Por eso esta estrategia es a largo plazo. Y mientras aguante usted bien, y no me cabe duda de ello por su excelente aspecto, esperaremos a que aparezca el método de curación definitivo.

- Entiendo. Por hacer un símil con otras bandas terroristas, usted cree que llegaremos dentro de poco a un alto el fuego, pero eso no significa una entrega de las armas. Sólo se alcanzará la paz cuando haya un acuerdo definitivo.

- Exacto.

- ¿Y qué me dice de esas cinco costillas posiblemente fracturadas que se ven en las imágenes? ¿Podría tener debilidad en mis huesos como consecuencia de tanto armamento?

- Es una posibilidad. Mandaremos a un equipo especial para que verifique la densidad de sus huesos.

- ¿Y hay algo más que pueda hacer?

- Por supuesto. Mucha vida al aire libre, respetar sus tiempos de descanso, algo de deporte moderado y, si me permite la sugerencia, sustituya usted los bailes de salsa y rock&roll por los boleros. 

- Jajaja, no sé cómo lo hacemos ¡que siempre acabamos riéndonos usted y yo! Intentaré seguir sus recomendaciones.

- Gracias por su confianza, Majestad.

- Repasemos también el estado de mi brazo y mi herida axilar.

- En seguida. Nuestro equipo de curas nos informa de que hay colonias oportunistas de estafilococos aureus. Su brazo inflamado les proporciona un entorno ideal para la colonización. Es terreno pantanoso y de clima templado. Esa es la razón de que, de tanto en tanto, sufra episodios de fiebre. La recomendación es un tratamiento a base de antibióticos hasta que la herida cierre por completo. Pero debe tener confianza. La evolución en el área axilar está siendo muy favorable. 

- ¿Y el brazo?

- No sabemos qué pasará con él. De momento es un terreno que hay que mantener limpio, sin remover mucho el fango del fondo antes de poder drenarlo y prepararlo para su uso habitual.

- Ummm. ¿Hay algo más General? ¿Cuándo podré dedicarme plenamente a mis otras tareas de Reina?

- Por el momento es imposible. Aunque la guerra baje de intensidad y usted se sienta una mujer en toda su plenitud, no olvide que su cuerpo ha sido y aún es el campo de batalla. No podemos bajar la guardia. Como le decía, debe dar prioridad a la eliminación total de los rebeldes y de los colonizadores. Para ello sigue siendo necesario que se cuide como hasta ahora y evite las preocupaciones innecesarias.

- Seré una mujer plena, ¡pero una Reina limitada!

- No se enoje, Alteza, no le conviene. Se está ocupando de los asuntos urgentes y prioritarios y está ganando muchas batallas, pero su objetivo, y también el mío, es ganar la guerra.

- Tiene razón mi General. Pongamos los pies en el suelo...pero no dejemos de perseguir los sueños. ¡Hoy es un gran día! Los avances han sido espectaculares y estoy deseando felicitar a las tropas y darles descanso.

- ¡Excelente! Por mi parte, creo que la próxima reunión podría ser dentro de cuatro o seis semanas, para verificar su estado general.

- ¿Seis semanas? El Ejercito Aliado se va a poner loco de contento, como lo estoy yo ahora mismo...Mi General, un placer como siempre.

- Majestad, el placer es mío.


Mi querido y leal Ejército Aliado, la guerra baja de intensidad...¡DESCANSEN FILAS!

Irene, Reina


p.s. - Para aquellos que me pedisteis la "foto" del Ejército Aliado para verla más grande y mejor, os adjunto un archivo en Word, donde además podréis jugar a buscaros, cambiaros de lugar y de color (en la versión original el orden es aleatorio) o como decía mi hermana mayor, imprimirlo en tamaño póster. Besos.

lunes, 18 de marzo de 2013

Mi Ejército Aliado

Mi Querido Ejército Aliado:

He pensado mucho en todos vosotros últimamente, especialmente desde que en uno de los últimos correos se me olvidó poneros en copia oculta. Y es que sois un montón y muchos más que no figuran en esa lista de distribución.

Pensaréis que ya viene por aquí Irene dispuesta a tocarnos la emoción y sí, es verdad.

Sé que muchos de vosotros creéis que hacéis poco por mí, que en realidad estáis metidos en vuestra vida y que solamente de vez en cuando os acordáis de darme una llamadita o de contestar un correo. Así es como debe ser, pero desde mi posición, ese poquito de cada uno de vosotros, visto en conjunto, es un mucho enorme. Nunca tendré suficientes palabras de gratitud por lo que vuestro apoyo ha supuesto para mí.

He estado rememorando todos esos pequeños y grandes momentos que me habéis regalado en estos dos últimos años. Algunos sois familiares, otros amigos, otros compañeros, pero también ha habido muchas personas que, sin apenas conocerme, me han brindado en algún momento esa palabra de ánimo que tanto me ha animado, o un breve mensaje que me ha hecho crecer. Estáis también todos los médicos, enfermeras y personal sanitario que me habéis cuidado, con profesionalidad y con mimo a la vez.

Somos un grupo variopinto: de edades, nacionalidades, razas, profesiones, caracteres, aficiones diferentes. No somos un ejército al uso. Cada uno va a su ritmo. No nos hace falta desfilar, ni llevar armas. Tampoco tenemos un himno que nos identifique, ni una cabra como mascota. Y sin embargo desde aquí, yo nos veo ahora mismo como uno solo, unidos por ese delgado hilo transparente que representa el amor a la vida y a los demás.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pues bien, ¡aquí estamos!

Os quiero
Irene


sábado, 16 de marzo de 2013

La H intercalada


- Mamá, ¿dehesa se escibe con h intercalada?
- Sí
- ¿Pero seguro que dehesa se escribe con h intercalada?
- Sí, hijo (¿Sabrá lo que es una dehesa?)
- O sea que si yo digo: Dame "dehesa" pizza ¿se escribe con h intercalada?
- Juajuajua

(Guille, 10 años y la santa de mi hermana Laura)

Examen de historia



GERMANO: dícese del individuo que proviene del mismo padre y madre que otro.

(María, 12 años)

Las Meninas y Guille



Abuela, ¡qué negativa estás! Es que MENINAS la moral!

(Guillermito: 10 años)


Avance informativo


Querido Ejército Aliado:

Quiero anticiparos las buenas noticias. Ayer recogí los resultados del PET que me hicieron la semana pasada y se ve una disminución enorme de los grupos rebeldes.

Le leí por teléfono el informe al General, se puso contentísimo y me confirmó que lo que ponía era que ¡¡¡estamos ganando esta guerra!!!

La semana que viene iré a verle, y ya me contará con más detalle qué significa exactamente todo lo que está escrito y se ve en las imágenes. En este último mes he tenido momentos de sentirme super bien y momentos con complicaciones secundarias. He recopilado mucha información médica acerca de los tratamientos que estoy siguiendo, datos de esos que luego me gusta transformar en historias para contaros. Así que espero, la semana que viene, poder contaros con más detalle en qué momento de la guerra nos encontramos y cómo espero que evolucione.

Os adjunto la imagen del campo de batalla que a mí me parece más clara, las zonas iluminadas son focos tumorales, y la imagen de abajo (o de la derecha, creo que la veréis en apaisado) es de julio del año pasado y la de arriba la actual.

No sé lo que vendrá más adelante, pero ahora estoy feliz y esta emoción y este momento sé que también son vuestros.

Un beso muy fuerte a todos
Irene

martes, 12 de marzo de 2013

Primavera ecuatorina


Sentir el sol en la cara
Suaves rayos que vienen a despedirse lentamente del invierno
como de aquel amante que estaba sin estar
y recibir tranquila
un año más
la eterna primavera ecuatoriana