Empezando esta aventura

EMPEZANDO ESTA AVENTURA

Por fin aquí está la sorpresita que os venía anunciando estos días.

Espero que este espacio llegue a ser un lugar de encuentro interactivo; ese libro de visitas; el diario de bitácora en el que también vosotros reflejéis libremente vuestras impresiones y emociones, y así nos enriquezcamos todos.

¡Ojalá que os guste! Irene

miércoles, 19 de junio de 2013














BLACK AFRICA

Era una mañana de domingo de principios de 1994. Prolongamos el desayuno y mientras Alberto devoraba sus periódicos, yo leía el suplemento dominical.

- Irene, ¡mira este anuncio!

Me enseña un diminuto aviso de no más de 3x3 centímetros:

BLACK AFRICA
Expediciones de aventura
Tel. 987 … …

- Podríamos ir a África este año.
- No sé, no es un destino fácil como para ir solos.
- ¿Y si les llamamos a ver de qué van?
- ¿No te parece un poco raro un anuncio tan pequeño y un número de León?
- Sí, pero la peor gestión es la que no se hace. No perdemos nada por llamar.

Llamamos, por supuesto y nos atendió un chico que nos contó que su socio y él querían formar un grupo para hacer una expedición por Kenya, Zaire, Uganda, Ruanda y Tanzania en verano. Que era un safari de un mes de duración en un camión todo terreno “overland” y que si nos interesaba, iban a hacer una presentación, con las fotos de la expedición del año anterior en Madrid en un mes.
¡Los gorilas de montaña! Uno de nuestros sueños. Empezamos a documentarnos para hacer productiva esa larga espera de un mes.

Cuando llegó el día, nos citaron en una cafetería de la zona de Pacífico. Un lugar de lo más corriente, pero que tenía una salita al fondo en la que estaríamos tranquilos y se podía hacer un pase de diapositivas.
Fuimos llegando poco a poco y finalmente nos juntamos un grupo de unos veinte. El chico de León, un chaval bastante tímido e insulso, nos presentó a su socio, quien sería nuestro guía. Era ÉL: un hombre de unos treinta años, valenciano, alto, guapete y con la indumentaria propia de un Indiana Jones en busca de tesoros.

Comenzaron enseñándonos unas fotos espectaculares: la sabana, los bosques húmedos, los gorilas, el camión, las tiendas de campaña…y de repente irrumpe en la sala un grupo de personas muy enfadadas. Insultaban a estos dos:

- ¡Sinvergüenzas, inútiles, estafadores!

Mientras unos casi llegaban a las manos, otros se dirigían a nosotros, los potenciales viajeros, para decirnos que el viaje del año anterior había sido un desastre organizativo.

Cuando consiguieron que se fueran y nos quedamos solos, los guías comenzaron a disculparse por el boicot.

- No vamos a negar que el viaje no saliera exactamente igual que como estaba planeado, pero África es así, imprevisible. No obstante, si después de esto que ha pasado, alguno quiere irse, lo entenderemos.

Murmullos entre nosotros y deliberaciones. Alberto y yo decidimos quedarnos hasta el final, por ver lo que pasaba. Nos quedamos unos diez o doce.

Terminamos de ver las fotos y luego les freímos a preguntas de todo tipo. Al final, viendo nuestra indecisión, jugaron fuerte:

- Hagamos una cosa. El viaje cuesta cien mil pesetas. Quien quiera apuntarse que pague por anticipado solamente la mitad, para cubrir los billetes de avión y los primeros gastos. Y a la vuelta, si estáis conformes con la expedición, nos pagáis las otras cincuenta mil. No queremos que penséis que somos mala gente.

Aquella propuesta mejoraba significativamente las condiciones del viaje. ¿No queríamos aventura? Esta lo iba a ser. Nos apuntamos todos.

La siguiente cita sería a principios de junio en el aeropuerto de Barajas. Un vuelo regular con destino a Nairobi y escalas en Roma y Jeddah.

Y allí en Barajas nos empezamos a conocer todos. Los presento aquí con sus nombres reales, aunque a lo largo del viaje fuimos adoptando motes. Amelia, una enfermera de la Coruña de unos treinta años, gordita y muy simpática. José Antonio, un hombre de unos cincuenta años, que era ornitólogo y sabía mucho de animales, había incluso trabajado con Félix Rodríguez de la Fuente. Ana y Basilio, una parejita de recién casados de Zaragoza. José Luis, un señor de cincuenta y tantos años que se acababa de prejubilar en un banco y había decidido realizar su sueño de conocer África, era la primera vez que salía de España. Alfonso, un hombre joven de Barcelona, algo viajado. Irene, una joven de Madrid, muy graciosa y despistada. Carmen, una chica de aspecto aniñado, muy mona y un poco reservada. Y nosotros dos, que por lo que nos pareció, éramos los que más experiencia viajera teníamos. El guía, Miguel, llegó tarde y el último.

Íbamos todos a la última moda del Coronel Tapiocca y nuestro tema de conversación principal en ese momento fue lo que llevábamos en la mochila: la ropa, los equipos fotográficos, las velas espirales para los mosquitos, el tratamiento anti-malaria, etc.

Irene, la otra Irene, tenía que cambiar dinero. En su despiste había dejado hasta el final aquel asunto, así que la acompañamos a la oficina de cambio.

Cuando estábamos embarcando, otra vez Irene se da cuenta de que le faltaban los billetes de avión y el pasaporte.

- Te lo habrás dejado en la oficina de cambio – le dije.

Alberto fue corriendo con ella y, efectivamente, al cabo de diez eternos minutos llegaron con los documentos de viaje recuperados y embarcamos, ya casi por los pelos.

Ya en el avión, cuando éste despegó, respiramos hondo. Comenzaba una nueva aventura. Era 1 de junio de 1994 y unos meses antes, en abril, se había desencadenado un enfrentamiento entre hutus y tutsis que acaparaba los titulares de todos los medios de comunicación. Nos esperaban los treinta días más retadores que habríamos vivido hasta ese momento.

1 comentario:

  1. Estoy con el alma en vilo esperando a ver como sigue esta historia ..... pufffffff

    Paloma

    P.D.: lo de Gabriel no es que esté loca, que sí, es que cuando abrí la cuenta no me dejaba poner 'Paloma' sólo y puse el apellido de mi artista favorito, Peter Gabriel!

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