Empezando esta aventura

EMPEZANDO ESTA AVENTURA

Por fin aquí está la sorpresita que os venía anunciando estos días.

Espero que este espacio llegue a ser un lugar de encuentro interactivo; ese libro de visitas; el diario de bitácora en el que también vosotros reflejéis libremente vuestras impresiones y emociones, y así nos enriquezcamos todos.

¡Ojalá que os guste! Irene

martes, 22 de octubre de 2013

SIN RUMBO FIJO. CAPÍTULO III

Cuando salgo de la iglesia son las siete de la tarde y aún no tengo idea de dónde me voy a quedar a dormir. Voy a devolver la llave y de nuevo me quedo un rato hablando con Sor Teresa.

— ¿Cómo te ha ido?
— Bien, pero me he asustado mucho al bajar a la cripta, con las estatuas esas.
— Ya, se me ha olvidado advertírtelo y mira que hemos puesto esa reja con estrellas, para que a la gente no le impresione, pero ni con esas.

Me propone que cuando vuelva a Madrid me acerque a algún grupo de catequesis, porque cree que me puede ayudar mucho sentirme acompañada. Sé que lo dice pensando en mi bien y porque cree en ello, pero me pongo un poco a la defensiva con ese intento evangelizador. No sé, supongo que me gusta ir por libre, también en cuestiones de fe.

— ¿Has bebido del pozo?
— Sí. He pedido alegría.

Me sonríe. Hay ternura, compasión y calidez en su mirada.

No me apetece prolongar más ese momento. Estoy más relajada que cuando llegué, pero aún no he encontrado la ansiada serenidad. Compro unas pastas, le pregunto dónde me puedo alojar y nos despedimos, ella prometiéndome que todas las noches a las diez y media rezarían allí por mí y dándome el teléfono del convento, para que la llamase cuando quisiera.

Primer encuentro con alguien especial en ese fin de semana.

Me quita la idea de dormir en uno de los conventos y me sugiere que vaya a la casa rural o al hotel. La casa rural no la encuentro, en cambio el hotel “El Prado de las Merinas”, está bien indicado. ¡Qué gran acierto ir allí!

Es un edificio construido al estilo antiguo pero con toques de modernidad, como el restaurante acristalado de formas curvas. Está situado a las afueras del pueblo, en medio de una finca ajardinada y muy bien cuidada. Al buscar la puerta de entrada, paso por delante de las ventanas de un salón, con sillones y chimenea. ¡Qué acogedor! Ya me imagino yo allí con un libro o escribiendo algo mientras me tomó un té caliente.

En la recepción hay una mujer joven. 

— Hola, ¿tienen una habitación libre para dormir esta noche?
— Sí, ¿para ti sola? 
— Sí
— ¿Y sólo una noche?

Me sorprende otra vez que me tuteen. Debe de ser costumbre de esta zona. No tengo por qué darle ninguna explicación, pero me apetece hacerlo.

— Sí, la verdad es que iba de camino a San Sebastián y he parado aquí un poco de casualidad. Posiblemente mañana tire para el Norte.
— Vale, es para saber qué habitación te doy. Cuesta 51 euros con el desayuno, si quieres te la enseño.
— Sí, por favor.

La habitación es amplia, con una ventana que da al campo. El baño moderno y lleno de detallitos (¡¡genial la goma para el pelo!!)

— Muy bien, pues me quedo. ¿La cama tiene manta? ¿No tendré frío?
— Esta noche bajan bastante las temperaturas, pero tienes manta y si necesitas cualquier cosa, nos la pides. Si quieres te doy una habitación de las del otro lado, que puede que sean algo más cálidas.
— No, no hace falta, voy a estar bien.
De vuelta a la recepción le doy mi DNI y cuando le voy a dar la tarjeta de crédito, me dice que no hace falta. La gente por aquí te tutea y es muy confiada.
— Aprovechando que aún hay luz, ¿hay algún lugar por aquí cerca donde se pueda dar un paseo, que haya árboles, o río?
— Sí, aquí mismo, según sales del hotel hay un camino a la izquierda que va paralelo a un arroyo. Al principio está adoquinado, pero luego se mete entre campos de cultivo y es de tierra. 
— Perfecto, pues me voy ahora y ya luego saco la maleta y ceno aquí.

El camino es fácil, al principio discurre paralelo al arroyo, más tarde cruza un parque y ya justo antes de adentrarse en campo abierto bordea una alameda. Un sol débil va descendiendo ante mí, hace frío, pero la luz en la cara, el sonido de las hojas mecidas suavemente por la brisa y el fluir del arroyo, me hacen estar presente, en este lugar, en este momento. Vivo el aquí y el ahora con plena conciencia y siento que encuentro el estado de serenidad que necesitaba.

… continuará

3 comentarios:

  1. Irene, dónde están las fotos? No has hecho fotos de la habitación, ni de la goma de pelo? Mecachis, yo ya me había hecho a la idea de encontrarme con un relato salpicado de imágenes, entiendo qu la monja no quiera, pero lo demás........ Guardarás las imágenes para tí, para cuando quieras recordar tu camino hacia la serenidad? Si ya estás llegando!! Mucha suerte mañana. Yo también voy a rezar, que conste.

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  2. Cuando continuará ????
    Me encanta leerte. Consigues que me sienta dentro de la historia.
    Espero muy impaciente la siguiente entrega.
    Un abrazo.

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  3. Esa monja podría haber aprendido mucho de ti ... qué sosaina... Espero ansioso lo que nos deparará ese camino.... Cariños del campamento oeste... Siempre en guardia. Un comandante. Muacs!

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